Las lavativas. —

Una concepción falsa del estreñimiento popularizó el empleo de las lavativas como medio adecuado para combatirlo; pero una visión más perfecta de la realidad nos obliga a rechazarla en general en el tratamiento de dicha enfermedad, que muchas veces agrava. El abuso de las lavativas consigue transformar un estreñimiento agudo y circunstancial en un estreñimiento crónico y rebelde. Siguiendo las indicaciones , se llega  a la completa curación de esta rebelde enfermedad. No obstante, hay casos y circunstancias en que es muy conveniente recurrir a las lavativas (como ocurre al principio de ciertas fiebres, infecciones gastrointestinales, etc.) y para que en tales ocasiones se practiquen en debida forma es por lo que damos las siguientes instrucciones:

Si el enfermo se acuesta del lado derecho, encoge las piernas y contiene algo la respiración, tomará el enema con mayor facilidad. Si conviene que lo retenga durante algún tiempo, debe permanecer lo más quieto posible y se le administrará poco a poco e incluso con alguna interrupción o breves descansos. Por lo general, para vaciar el recto con un enema basta un cuarto de litro de liquido y, salvo indicación del médico, no debe pasarse de un litro. Los enemas grandes, si no están muy indicados, pueden ser perjudiciales. Si interesa que la lavativa actúe bastante hacia dentro del intestino, se empleará una cánula de goma de adecuada longitud que, poco a poco, se irá introduciendo. Siempre es conveniente untar con aceite o vaselina la cánula que se va a emplear.